A veces escribo cartas,
que no se si llegarán a sus queridos destinatarios.
Mi cobardía es una mochila
que me limita a subir la montaña de la libertad,
esa de la que hablan algunos,
es la mejor cima que alguien puede llegar a conseguir.
Pienso que no hay mejor manera de hablar contigo
que plasmar en un folio lo que sientes,
haciendo de la tinta una tremenda abertura
en las heridas del pasado,
esas que aunque cicatricen,
nos acompañaran toda la vida.
Admiro a esas personas que sueltan lo que sienten,
como si de un cañón lleno de pólvora se tratase,
y que no saben a quien puede golpear de manera inoportuna.
La gente me dice que me atreva,
que no guarde tanto en mi cabeza,
que haga mi propia tregua,
y que sobretodo, negocie la rendición de mi guerra mental.
Yo me callo, asiento e incluso les doy la razón,
pero en mi interior siempre estará el estado de alerta,
cada vez que vuelvas a mi vida.
que no se si llegarán a sus queridos destinatarios.
Mi cobardía es una mochila
que me limita a subir la montaña de la libertad,
esa de la que hablan algunos,
es la mejor cima que alguien puede llegar a conseguir.
Pienso que no hay mejor manera de hablar contigo
que plasmar en un folio lo que sientes,
haciendo de la tinta una tremenda abertura
en las heridas del pasado,
esas que aunque cicatricen,
nos acompañaran toda la vida.
Admiro a esas personas que sueltan lo que sienten,
como si de un cañón lleno de pólvora se tratase,
y que no saben a quien puede golpear de manera inoportuna.
La gente me dice que me atreva,
que no guarde tanto en mi cabeza,
que haga mi propia tregua,
y que sobretodo, negocie la rendición de mi guerra mental.
Yo me callo, asiento e incluso les doy la razón,
pero en mi interior siempre estará el estado de alerta,
cada vez que vuelvas a mi vida.